Sumergirse en el mar para explorarlo produce sensaciones que difícilmente pueden ser expresadas. El buceador suele descubrir explosiones brutales de vida acuática. Y muchas veces, estas fiestas de biodiversidad se generan a la sombra de restos de embarcaciones o estructuras de concreto. Algo similar ocurre en las aguas del estero de Jaltepeque.

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En mayo de 2015, Fundación Doménech realizó el hundimiento de 40 módulos de concreto de 360 libras cada uno, en “El Chicle”, un canal natural ubicado frente al caserío El Zapote. Estas estructuras en forma de cubo se construyeron con agujeros laterales y céntricos que permiten el flujo de las corrientes de agua y proporcionan el sustrato y la protección necesaria para que con el tiempo la fauna marina pudiera recuperarse.

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El primer monitoreo del arrecife ocurrió en diciembre de 2015. Expertos de la empresa Sea-Sostenible realizaron inmersiones a más de cinco metros de profundidad y descubrieron que los cubos habían resultado exitosos. Lograron convertirse en un hábitat alternativo. Los primeros colonizadores eran algas rojas (Ceramium spp) y verdes (Chaetomorpha sp) que convivían con esponjas y ostras. 

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Además, se logró visualizar a siete especies de peces, aunque, estos tenían aún tallas muy modestas. Sin embargo, debido a su abundancia y a sus típicas rayas negras, uno de los peces más identificados fueron los roncadores o rucos (Genyatremus dovii). También se atisbaron peces de importancia comercial: pargo (Lutjanus guttatus), tamalito (Caranx caballus), corvina (Larimus argenteus), y mero (Epinephelus labriformis). Se reportaron otros que por su forma recuerdan a los peces globos: sapamiche (Batrachoides waltersi) y pez erizo (Diodon holocanthus).

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El segundo monitoreo fue realizado 13 meses después, a inicios de 2017. Esta vez, se utilizaron dos fuentes de recolección de datos: la pesca y la inmersión exploratoria con traje de neopreno.

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El primer método buscaba replicar las técnicas empleadas por los pescadores artesanales y, de esta forma, poder generar información del rendimiento pesquero en la zona. Por esta razón se pescó con línea de mano y anzuelos que tuvieron por cebo a sardinillas, culillas (un tipo de gusanos típicos de la zona) y calamares locales.

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Con el segundo método, el de inmersión con equipo de buceo, se realizó una búsqueda intensiva de organismos en los cubos de concreto y debajo de la caseta flotante de vigilancia.

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El resultado de ambos fue el hallazgo de 13 especies de peces de diferentes tallas y colores. Además de peces erizos y  peces sapos, en esta oportunidad fueron descubiertas especies propias de arrecifes rocosos, peces comprimidos lateralmente como el pez ángel (Pomacanthus zonipectus), distinguible por tener rayas amarillas; el pez burrita amarilla (Abudefduf troschelii), de cinco franjas negras sobre amarillo;  el pez mariposa (Chaetodon humeralis), de tres bandas oscuras sobre su cuerpo plateado; y más peces roncadores.

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Entre las especies con valor comercial se identificaron: meros o cabrillas (Epinephelus analogus), pargos  (Lutjanus guttatus), luneta rayada (Chaetodipterus zonatus) y mero gigante (Epinephelus quinquefasciatus). Esta última especie está en peligro de extinción en el país, por lo cual posee categoría de protección nacional y se encuentra dentro de la lista de especies amenazadas y en peligro del MARN.

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De acuerdo a Marcela Puro, coordinadora del programa Pesca Responsable de Fundación Doménech,  este aumento de especies indica que la implementación de estas estructuras ha dado buenos resultados, sin embargo, es preciso que exista un monitoreo constante para ver el progreso de este pequeño ecosistema.

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Se espera que este proyecto siga avanzando, por ahora, se han identificado otros cuatro puntos del estero donde podrían ser instalados más arrecifes y de esta forma incrementar la biomasa y diversidad de especies en la zona.