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>TIQUISATE
MUSEO ARQUEOLÓGICO TOXTLI
Esta fue la cerámica predominante en la planicie costera compartida entre Guatemala y El Salvador durante el período Clásico Medio y Tardío (400-900 d. C.). De hecho, la designación Tiquisate hace alusión a un poblado situado en la costa sur guatemalteca, cerca de las ciudades de Escuintla y Santa Lucía Cotzumalguapa.
P86-449 // OLLA PEQUEÑA
A la cerámica Tiquisate se le endilga influencia teotihuacana, una cultura más antigua, que floreció prodigiosamente en el valle central de México, entre el siglo I a.C. y el VIII d.C. Esta influencia es notoria sobre todo en vasijas trípodes e incensarios.
Tiquisate es distinguible por el color de su arcilla o pasta: crema o amarilla con manchas naranjas. Además, posee una decoración pictórica a efecto de cocción, bandas y , en algunos casos, aditamentos con forma de botón. En 1988, los arqueólogos Héctor Neff y Ronald Bishop detectaron que la fuente de barro de esta cerámica se ubicaba a orillas del río Nahualate, a unos cinco kilómetros al occidente del municipio de Tiquisate.
En El Salvador, se reporta el hallazgo de estos especímenes en el sitio arqueológico Cara Sucia, en la zona costera del departamento de Ahuachapán. En 2008, el arqueólogo Federico Paredes ubicó a otros ejemplares en el sitio La Caseta, ubicado en ese mismo departamento. Años antes, en 1974, Stanley Boggs reportó otra pieza procedente de las ruinas del Tazumal.
Otros ejemplares han sido reportados dentro de la Colección José Luis Cabrera, cuyas piezas provienen aparentemente de la hacienda Belén, ubicada en las riberas del lago de Güija, en el departamento de Santa Ana.
La función de estos artefactos puede variar. Se han hallado ejemplares que fungen como urnas funerarias, instrumentos musicales y vasijas simples. Esto sugiere un uso doméstico y ritual.
La Colección Fundación Doménech custodia nueve ejemplares de cerámica Tiquisate. Este grupo está compuesto por ollas, cuencos, dos cajetes tetrápodes y un vaso zoomorfo que parece ser una quimera, un ser fantástico (ver P86-452).
Sin embargo, la pieza más curiosa es, sin duda, una extraña maraca zoomorfa —aparentemente un mono con taparrabos y tocado— con siete orificios, uno de ellos de forma larga. Estas sonajas contenían más de diez pequeñas bolitas de barro para su efecto sonoro (ver PP86-448). La manufactura de estos artefactos es escasa, por lo que se considera una pieza de observación prioritaria dentro de la colección. Esta pieza posiblemente fue creada con molde.