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>INCENSARIOS

MUSEO ARQUEOLÓGICO TOXTLI

Invariablemente, los rituales prehispánicos mesoamericanos eran aderezados con humeantes sahumerios e incensarios hechos de terracota.

P86-1369 // INCENSARIO CON CALAVERA

Estas piezas cerámicas requerían de dos elementos indispensables para su funcionamiento: fuego e incienso. En este caso, los mayas utilizaron la resina de "copal" como incienso —su olor recuerda a la mirra, un tanto azucarado y picante—. Sin embargo, se sabe que también quemaban otros materiales no necesariamente de olor agradable: papel de amate, flores, plumas y hasta textiles.

 

A los ojos de los mayas, el movimiento ascendente del humo establecía cierta comunicación entre el mundo visible y el invisible, el más allá. El arqueólogo francés Claude-François Baudez estimaba que este humo era ofrendado para el deleite de las fuerzas invisibles.

 

Así como el chamán sopla el humo de su cigarro sobre un cuerpo enfermo (con intensión de sanarlo), se cree que el humo del incienso buscaba purificar o sacralizar territorios, imágenes, enfermos y hasta víctimas de sacrificios. Además, los incensarios solían ser ofrendados en la construcción de pirámides y otros edificios. La  costumbre de sepultarlos ha permitido que sean descubiertos en perfectas condiciones.

 

Algunos de los ejemplares más antiguos han sido descubiertos en el sitio arqueológico de Kaminaljuyú, en Guatemala. Estos tendrían más de 2600 años de antigüedad.  En México, el arqueólogo Byron Cummings descubrió dos incensarios con más de 2200 años en Cuicuilco, en Ciudad de México.

En territorio salvadoreño también han sido descubiertos incensarios muy antiguos, sobre todo en Chalchuapa. Otros hallazgos han tomado lugar en Ataco, Izalco, Chalatenango, Verapaz, Jiquilisco y en el sitio arqueológico San Andrés, donde se conserva uno de basalto. Esta versión pétrea, más pesada, seguramente permanecía en el mismo lugar, quizás ante una imagen o edificio. Es importante señalar que los incensarios tienen morfologías diversas. Descuellan los que tienen forma de reloj de arena y los que poseen tapas bellamente decoradas (ver P86-1373).

 

El Museo Nacional de Antropología "David J. Guzmán" probablemente exhiba al incensario más famoso de El Salvador. Se trata de un incensario monumental. Un bracero de 108 centímetros de altura, revestido de púas, como si fuese el tronco de una ceiba joven. Fue descubierto en el sitio arqueológico de Cihuatán y data de hace unos mil años.

 

La Colección Doménech resguarda algunos incensarios. Sobresale una tapadera de incensario con rasgos decididamente mexicanos, específicamente teotihuacanos (ver P86-1377). Se trata de un personaje con tacado y orejeras. En cambio, la pieza P86-1370, vista de frente, presenta un rostro con pómulos remarcados y una especie de barba estilizada.

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